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Escalada en Medio Oriente: Israel e Irán tensan al límite un conflicto de vieja data

El reciente ataque israelí a instalaciones nucleares iraníes reavivó una disputa histórica que hunde sus raíces en 1979. Con intereses cruzados de potencias globales, una guerra ampliada en la región amenaza con encender aún más un escenario internacional ya plagado de conflictos.
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Los ataques israelíes en territorio iraní ocurridos en la madrugada del jueves 12 de junio (hora local de Irán) sorprendieron a buena parte de la opinión pública mundial, pero no a los especialistas en geopolítica. El antecedente inmediato remite a abril de 2024, cuando Israel atacó el consulado iraní en Siria, reactivando tensiones contenidas por el entonces gobierno demócrata de Joe Biden.

Sin embargo, para entender la raíz de este enfrentamiento hay que retroceder hasta 1979, cuando Irán rompió relaciones diplomáticas con Israel, se declaró en confrontación abierta con Estados Unidos y profundizó su postura antioccidental. Desde entonces, el país islámico ha buscado posicionarse como potencia regional, con el desarrollo nuclear como una de sus obsesiones estratégicas.

Los recientes ataques de Israel, focalizados en instalaciones militares y plantas de tecnología nuclear iraní, revivieron la doctrina de guerra preventiva que Estados Unidos desplegó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Las primeras incursiones dejaron como saldo la muerte de altos mandos militares y científicos nucleares iraníes, elevando el riesgo de una extensión geográfica del conflicto.

El pedido de Irán al Consejo de Seguridad de la ONU para frenar la escalada chocó, como era previsible, con la parálisis del organismo. Con cinco potencias con derecho a veto y posiciones cruzadas, la respuesta internacional quedó limitada a declaraciones formales sin peso efectivo.

Mientras EE.UU. sostiene su alianza estratégica con Israel, Rusia y China respaldan a Irán en el ajedrez global, donde el país islámico busca sumarse al club de potencias nucleares.

Pero este conflicto no solo tiene causas externas. Israel atraviesa una profunda crisis política interna, con un gobierno debilitado por el prolongado conflicto en Gaza y presionado por la posibilidad de elecciones anticipadas. Irán, por su parte, sufre las secuelas económicas de las sanciones internacionales, una ola de protestas internas desde 2022 y el impacto institucional de la muerte de su anterior presidente, Ebrahim Raisi.

El presidente iraní, Masoud Pezeshkian, prometió represalias, y el líder supremo, Ali Jamenei, advirtió sobre un “destino amargo” para Israel. En paralelo, las amenazas de Donald Trump —probable candidato presidencial estadounidense— sobre una ofensiva si Irán ataca intereses de EE.UU. en cualquier parte del mundo, agregan combustible a una situación que se agrava día tras día.

La posibilidad de una salida diplomática parece lejana. El Papa León XIV, en su mensaje dominical, pidió rezar por Medio Oriente y por otros focos de violencia global, como Nigeria, Sudán y Ucrania. La advertencia de Francisco hace más de una década resuena con fuerza en este contexto: el mundo enfrenta una “guerra mundial por partes”.

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