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El Ártico rompe récords: mínimo histórico de hielo invernal

La capa de hielo marino alcanzó en marzo de 2025 su extensión máxima más baja desde que existen registros. La NASA y el NSIDC advierten que esta tendencia afecta también a la Antártida y podría tener graves consecuencias climáticas.
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La capa de hielo marino en el Ártico alcanzó este año su extensión máxima anual más baja desde que se tienen registros. Según informaron la NASA y el Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo (NSIDC), el 22 de marzo de 2025 el hielo cubrió apenas 14,33 millones de kilómetros cuadrados, superando el récord negativo anterior de 14,41 millones en 2017.

Este valor, alcanzado en pleno invierno ártico, marca un nuevo hito en la preocupante tendencia descendente que se viene registrando desde hace décadas. “Vamos a comenzar el próximo verano con menos hielo”, advirtió Linette Boisvert, científica del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA. “Esto no augura nada bueno para el futuro”.

El fenómeno ocurre en un contexto global alarmante: la cobertura de hielo marino total del planeta también cayó a un mínimo histórico, con una pérdida de más de 2,5 millones de kilómetros cuadrados respecto al promedio anterior a 2010. Esa superficie equivale a todo el territorio continental de Estados Unidos al este del Misisipi.

En el Ártico, la formación de hielo invernal continúa debilitándose debido a temperaturas inusualmente altas y a la falta de acumulación de hielo multianual, que históricamente actuaba como reserva. Además, los vientos terrestres han contribuido a impedir la formación de nuevo hielo en varias regiones, como el Golfo de San Lorenzo.

Las observaciones satelitales, realizadas principalmente con los satélites del Programa de Satélites Meteorológicos de Defensa (DMSP), muestran que grandes porciones del océano Ártico no lograron alcanzar la cobertura típica del período 1981–2010, como se evidencia en los mapas difundidos por el Earth Observatory.

Por su parte, en el hemisferio sur, los científicos observan con preocupación una disminución sostenida del hielo en la Antártida. Aunque aún se debate si se trata de una “nueva normalidad” o de una fase pasajera, la tendencia parece consolidarse también en esa región.

Desde 1978, los datos satelitales confirman una disminución constante del hielo marino ártico, acelerada durante el siglo XXI. El punto de inflexión llegó en septiembre de 2002, cuando se registró el primer mínimo histórico del nuevo milenio, abriendo paso a una serie de veranos con registros cada vez más bajos.

La pérdida de hielo no solo afecta al ecosistema polar, sino que tiene consecuencias globales, desde la alteración de corrientes oceánicas hasta el aumento del nivel del mar y eventos climáticos extremos más frecuentes. Para los científicos, el mensaje es claro: el deshielo no da tregua, y el tiempo para actuar se acorta.

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