Murió el fundador de Playboy y referente de la revolución sexual

Un comunicado oficial de Playboy confirmó esta noche la muerte por causas naturales de su mítico fundador Hugh Hefner, quien tenía 91 años y se encontraba junto a sus familiares en su residencia de Beverly Hills.


Mientras estuvo vivo, Hefner dijo que uno de sus grandes deseos era dormir el sueño eterno al lado de Marilyn Monroe y se compró una tumba contigua. Hace algunas horas se empezó a cumplir ese último anhelo del hombre que con su revista cambió la forma de pensar el sexo en la sociedad norteamericana, fundó un imperio y creó un personaje –él mismo– admirado y vilipendiado en dosis parejas, una metáfora muchas veces caricaturesca del erotismo.
Seguramente, su cuerpo sea enterrado en las próximas horas junto al de Marilyn, su mito preferido, en el Westwood Memorial Park de Los Ángeles. “Quién no querría estar junto a Marilyn para toda la eternidad – había dicho Hefner–. Nacimos el mismo año y teníamos en la cabeza las imágenes cinematográficas, los mismos ídolos, y probablemente compartíamos los mismos sueños. De eso hablaré con ella, y por fin le preguntaré quién fue el verdadero culpable de su muerte. Marilyn será mi última novia, y espero sinceramente que lo nuestro funcione”.
De todo tipo de excentricidades se fue moldeando la leyenda de Hefner, un hombre que comenzó a inventarse a sí mismo en 1953, cuando creó con la ayuda de unos amigos una publicación que demolió el puritanismo de gran parte de la sociedad estadounidense con una propuesta descarada: el sexo puede ser divertido, a los hombres les gusta ver mujeres desnudas y la masculinidad es más que caza o pesca.
Vista desde hoy, Playboy puede parecer casi inocente (en esa época los desnudos estaban relegados a revistas marginales y clandestinas), pero el contenido de ese primer número salió al choque del pudor protestante que, obviamente, la consideró blasfema. En esa edición, la tapa se ilustró con una foto de Marilyn Monroe vestida con generoso escote y, en varias páginas interiores, con una foto desplegada de Marilyn desnuda, que Hefner había comprado con pocos pesos. Él mismo escribió una especie de editorial en la que reivindicaba la liberación sexual, la libertad de expresión, el periodismo serio y la literatura, con un tono juguetón.
La revista fue un éxito y Hefner se internó en ese laberinto del que nunca pudo evadirse: la fama. Lo hizo con una premisa ya escrita por el genial Oscar Wilde un siglo atrás: “Sólo hay algo en la vida peor que ser crucificado: ser ignorado”.